¿Qué le queda?

Endeble como la hoja de un árbol de hoja caduca,
que al asomarse el viento álgido,
cae trazando un oleaje de odio en su descenso.
Descenso del cual no deja huella visible,
sino una aflicción en ojos simples,
una irritación en ojos fríos
y una pregunta en ojos curiosos.

Si un acto tan anodino a su pesar y
tan natural para su razón,
me pregunto,
¿qué le queda?

La soledad de su propio juego ensortijado,
donde no quedan competidores,
donde no se avanza si no cesa,
donde ríe sola, sin una carcajada honesta. 

No es un silbido sencillo

Cuando puede se deja ver;
cuando tiene fuerzas;
cuando las garras le dejan;
cuando nadie y todos la buscan.
Cuando puede, sonríe:
firme y elegante sobre el lienzo más oscuro.
Aparece y desaparece a su lado
un destello de luz que la rodea con su música;
no apta para un simple oído,
no es un silbido sencillo.
Las notas caen sobre un pentagrama dorado;
liándose entre líneas;
a veces ahogando la partitura.
Cuando la música se desangra se oculta,
cuando tiene fuerzas retumba;
retumba para darse fuerzas.
Junto a aquella sonrisa:
lunares de luz que hace mucho que murieron;
lunares de luz que hace poco volvieron a brillar
y a escuchar su música.


A veces


A veces sólo quiero escuchar,
escuchar rodeada de oscuridad.
Me da igual si es el viento o las notas de esa canción,
si es mi respiración o la melodía de esa voz.

Una voz que no sabe cómo avisar


Un llanto silencioso, coro de una noche
convertida en escenario de un juego peligroso.
Una cortinilla que desciende, testigo de una mala obra,
un mal acto que me devora el alma.

Porque ahí todos son -y no sólo parecen- felices


   Rodeada de montañas que la acunan y protegen. Sobre su lienzo, pintado de azul y verde, un lago que estira sus brazos para recorrer con curiosidad toda la ciudad. Cuando el cielo se cubre de gris, las montañas se dejan arropar por un mar de nieve que, durante los meses de trance, esconde la tierra para luego dejarla volver a nacer con esplendor y nuevas ilusiones. Al pintarse el cielo de azul, al pintarse de esperanza, la ciudad se inunda de vida y sus calles se convierten en testigos de la admiración.

Culpable


Continuación:

El último café
Llegada a París
Historias de París


  Puedo culpar al vino de ese día, al del día anterior, al de la semana pasada...  de haberme encontrado frente al espejo y no haber sido capaz de reconocerme. Había catado sin gusto, unas -muchas- botellas de vino a lo largo de cinco meses. He cantado y bailado con ellas. Los bares se habían convertido en mis mejores amigos y siempre estaba acompañada de demonios en blanco y negro.

Orgullo

Dejemos que el orgullo nos pueda, nos guíe, nos construya palabras.
Dejemos que ría, esconda y vuelva a salir. 
Dejemos que por debajo de escombros nos permita vivir.
Sal, suelta, hiere, burla, elude, domina, destroza, ejecuta, ejecutemos.
Ejecutemos el orgullo.
Ya no es bienvenido. 
Yo prefiero vivir.